martes, 24 de mayo de 2016

La formacion de europa

El descubrimiento de los nuevos mundos provocó, entre los ilustrados europeos, la conciencia de pertenecer a una civilización singular, sin equivalente posible en toda la historia de la humanidad. Europa alcanzó tan alto grado de poder que la Historia no conoce nada comparable, escribió Montesquieu, en unos párrafos que contenían en germen lo que, después de él, se convertiría en un lugar común del pensamiento europeo: que esa singularidad entrañaba una superioridad en el grado de civilización y marcaba una tendencia evolutiva de carácter universal. Como lo definió, siglos después, Max Weber: sólo en occidente han nacido ciertos fenómenos culturales -ciencia, arte, música; arco de ojiva; literatura impresa; funcionario especializado- que parecen marcar una dirección evolutiva de universal alcance y validez. Los europeos eran superiores porque habían llegado antes, o más exactamente, habían abierto la senda que conducía a la meta común de la humanidad. Sea como historia conjetural de la humanidad al modo de Turgot o Smith, sea en la más dubitativa hipótesis científico-social de Weber, la peculiaridad/superioridad de Europa fue asunto que ocupó a algunos de los brillantes genios de esa civilización desde la Ilustración hasta la Gran Guerra. Montesquieu la definió, en contraste con Asía, como triunfo de la libertad frente al despotismo y Turgot, en contraste con América, como ascenso desde el primitivismo a la civilización. La extensión de las zonas templadas, con la oposición vecinal, cercana, de fuerte a fuerte, frente a la existencia de grandes imperios determinados por causas físicas, como las grandes llanuras sin barreras geográficas infranqueables, fue la primera formulación de un argumento que, de modo recurrente, vuelve a encontrarse en casi todas las explicaciones del "milagro europeo": la competencia entre estados ha garantizado un dinamismo económico que los grandes imperios generalmente han agostado. Un estado sujeto a la ley es, al final, un estado más fuerte que un estado despótico. Tal fue la lección de los ilustrados sobre la fuerza que había construido a Europa. Europa apareció así como el espacio de la libertad y la historia de Europa ha llegado a definirse como historia de la libertad o, más exactamente, como historia del progreso de la libertad. Pues la otra gran corriente de pensamiento es la que tiene la causa de la peculiaridad europea en el hecho de que fue en Europa donde mejor, con más plenitud, pudo realizarse la ley natural del progreso de la humanidad. De la caza, por el pastoreo y la agricultura hasta llegar finalmente a la sociedad mercantil, el progreso no se define únicamente por la transición de una etapa de la evolución universal a la siguiente sino por una mayor complejidad de la estructura social.
 Europa se piensa así como la sociedad más desarrollada, más libre porque es también la más compleja, la más civilizada, en la que más lejos ha llegado la división del trabajo. El argumento ilustrado fue reelaborado por la más prosaica sociología del siglo XIX con la variada propuesta de una historia conjetural de la humanidad en tres fases o estadios y de una creciente complejidad, que hoy no ofrece más interés que el propio del desarrollo interno de un tipo de mirada sobre el pasado. Weber, sin embargo, fue otra cosa no ya porque se olvidó de las fases y se liberó del evolucionismo ingenuo que había infectado al pensamiento sociológico sino porque intentó identificar la diferencia por medio de la comparación sociohistórica. A partir de él, economistas, sociólogos e historiadores se emplearán en identificar la diferencia que explica el milagro europeo por medio de una comparación sistemática preferentemente con Asia, reelaborando, con una ingente acumulación de conocimientos, la tesis que está en el origen de la mirada de los europeos sobre su propia peculiaridad. Si se quisiera definir con un solo concepto quizá habría que elegir el de William McNeill: la diferencia europea radica en su "incansable inestabilidad". La cuestión consistiría entonces en identificar los determinantes de esa peculiaridad. Y a este respecto parece producirse en las últimas décadas una especie de consenso a partir de diferentes puntos de partida: Landes, Jones, North, Mann, Wallerstein, con sus estudios del desarrollo tecnológico, de la economía, del poder o del capitalismo estarían de acuerdo al señalar como raíz de todo el proceso la conjunción de mercado mundial y de sistema multiestatal. Podría decirse de otro modo: empresa privada en un mundo de entidades políticas en competencia; o todavía: capitalismo y estado nacional. La relativa insularidad de la esfera económica respecto al poder político y la competencia, pacífica o bélica, de cada unidad política en un sistema multiestatal parecen ser las fuerzas que han configurado Europa. Algunos se remontan hasta las proximidades del año 1000 para entender el origen de todo el proceso.
Hace mil años, Europa no existía, acaba de recordar Charles Tilly: sus 30 millones de habitantes carecían de razones para creer que formaban "un solo conjunto de gentes vinculadas por la historia y por un destino común". Una asombrosa variedad de unidades geográficas había sido el resultado de la brutal disolución de sociedades más antiguas por el hundimiento de los restos del Imperio Romano ante las invasiones bárbaras y por la desaparición del mundo mediterráneo ante el dominio árabe. Hacia el siglo VIII se había realizado ya la fusión de los componentes germánicos y romanos en una diferente organización social y política que sólo se estabilizará en pequeñas unidades fortificadas cuando los fenómenos recurrentes de invasión desaparezcan a finales del siglo X. La matriz originaria de Europa fue, pues, una sociedad agraria, sobre un territorio particularmente fértil y susceptible de cultivos variados y complementarios, cuya base era la aldea o comunidad campesina alrededor de una fortaleza. En torno a esas unidades fortificadas se construyó un orden que era a la vez económico/social y político caracterizado en todas sus dimensiones por la fragmentación. Lo que allí aparece es una clase especial de productores unidos a los medios de producción por una relación social específica, la servidumbre, la sujeción de una multitud de campesinos a unos Formación de señores poderosos que se manifiesta en el mismo proceso de producción por la obligación de cumplir ciertas exigencias económicas del señor, en forma de servicios a prestar o de obligaciones a pagar en dinero o en especie.

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